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MISIÓN MUNDIAL

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  1. Unidad 1 Introducción al Curso.
    4 Temas
  2. Unidad 2 El Propósito de Dios
    6 Temas
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    1 Examen
  3. Unidad 3 El Plan de Dios
    4 Temas
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    1 Examen
  4. Unidad 4 La Oportunidad
    6 Temas
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    1 Examen
  5. Unidad 5 El Reino de Dios
    3 Temas
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    1 Examen
  6. Unidad 6 Cristo y el Reino
    4 Temas
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    1 Examen
  7. Unidad 7 El Evangelio del Reino
    7 Temas
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    1 Examen
  8. Unidad 8 Misión y la Iglesia
    4 Temas
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    1 Examen
  9. Unidad 9 El Ministerio Apostólico de Pablo
    5 Temas
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    1 Examen
  10. Unidad 10 El Objetivo de la Misión
    4 Temas
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    1 Examen
  11. Unidad 11 Cuatro mil años de la historia de la misión
    3 Temas
Lección 1, Tema 3
En Progreso

El modelo para la evangelización del mundo

Avance de Lección
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El MODELO PARA LA EVANGELlZAClÓN DEL MUNDO

En tercer lugar, La Biblia nos proporciona el modelo para la evangelización del mundo. Además del mensaje que debemos proclamar, necesitamos un modelo como proclamarlo. Ya que la Biblia no solamente contiene el evangelio, sino que es el evangelio, también nos proporciona el modelo. A través del evangelio, Dios mismo está realmente evangelizando, es decir, está comunicando las buenas nuevas al mundo. Recordemos la afirmación de Pablo sobre Génesis 12:3, en que “la Escritura… predicó el evangelio antes de Abraham” (Gálatas 3:8). Toda la Escritura predica el evangelio; Dios evangeliza a través de ella.

Ahora bien, si tenemos que la Escritura es en sí una evangelización divina, es apegado a la razón suponer que podemos aprender de ella cómo predicar el evangelio, considerando la forma en que Dios lo has hecho. En el proceso de la inspiración bíblica, Dios nos ha dado un modelo evangelístico hermoso.

Lo que nos impacta de inmediato, es la grandeza de la condescendencia de Dios. Habla sublimado la verdad para revelarse a sí mismo y a su Ungido, su misericordia y su justicia, y su salvación completa; y decidió hacer tal revelación a través del vocabulario y la gramática del lenguaje humano, a través del hombre, por medio de conceptos humanos y de la cultura humana.

Sin embargo, a través de dichos medios y conceptos humanos tan insignificantes, Dios estaba hablando Su Palabra. Nuestra doctrina evangelística sobre la inspiración de la Escritura hace énfasis en su doble paternidad literaria. Dios habló y también el hombre. El hombre habló de parte de Dios (ll Pedro 1:21) y Dios habló por medio del hombre (Hebreos 1:1). Las palabras habladas y escritas son igualmente de Él y de ellos. Él decidió lo que quería decir y sin embargo, no suprimió la personalidad del hombre. El hombre hacía uso de sus facultades libremente, pero no distorsionaba el mensaje divino. Los cristianos deseamos afirmar algo similar con relación a la encarnación, el clímax del Dios que se revela a sí mismo. “El Verbo se hizo carne” (Juan 1:14). Es decir, la Palabra eterna de Dios, que desde la eternidad estaba con Dios y era Dios, el agente por medio del cual fue hecho el universo se hizo hombre, con toda la particularidad de un judío palestino del primer siglo. Se hizo pequeño, débil, pobre y vulnerable. Experimentó el dolor y el hambre, y se expuso a la tentación. Todo esto se encontraba en la “carne”, en el ser humano en que se convirtió. Sin embargo, cuando se convirtió en uno de nosotros, no dejó de ser El mismo. Siguió siendo siempre el Verbo eterno o Hijo de Dios.

El mismo principio se ilustra esencialmente tanto en la inspiración de la Escritura, como en la encarnación del Hijo. El Verbo se hizo carne. Lo divino se comunicó a través de lo humano. Se identificó con nosotros sin renunciar a su propia identidad. Dicho principio de “identificación sin pérdida de la identidad” es el modelo para todo evangelismo, especialmente para el modelo de evangelismo transcultural.

Algunos rehusamos a identificarnos con la gente que decimos estar sirviendo. Seguimos siendo nosotros mismos y no nos convertimos en uno de ellos. Permanecemos apartados. Nos aferramos desesperadamente a nuestra propia herencia cultural con la idea equivocada de que es una parte indispensable de nuestra identidad. No queremos apartarnos de ella, y no solamente mantenemos nuestras prácticas culturales con fiera tenacidad, sino que tratamos la herencia cultural de nuestra tierra adoptiva sin el respeto que nos merece. Por lo tanto, nos vemos envueltos practicando una clase doble de imperialismo cultural, imponiendo nuestra propia cultura a otros y despreciando la de ellos. Pero esa no fue la forma en que Cristo actuó. El se despojó de su propia gloria y se humilló a sí mismo para servir.

Otros mensajeros transculturales del evangelio cometen el error opuesto. Determinan de tal forma identificarse con la gente a que son enviados, que renuncian aun a sus propios valores y normas cristianas. Nuevamente, esa no fue la forma como Jesús lo hizo, ya que al hacerse hombre no dejó de ser divino. El Tratado de Lausana expresa dicho principio en las siguientes palabras: “Los evangelistas de Cristo deberán buscar humildemente el despojarse a sí mismos de toda autenticidad personal, para convertirse en servidores de otros” (párrafo 10).

Tenemos que luchar en contra de las razones por las cuales, la gente rechaza el evangelio, y en particular, conceder la importancia debida a los factores culturales. Algunas personas rechazan el evangelio no porque creen que es falso, sino porque creen que es extranjero.

Al Dr. René Padilla, se le criticó en Lausana (en el Congreso Sobre la Evangelización Mundial de 1974) por decir que el evangelio que algunos europeos y norteamericanos han exportado era un “cristianismo cultural”, un mensaje cristiano que ha sido distorsionado por la cultura materialista y consumista de Occidente. Verdaderamente fue doloroso escucharle decir eso, pero realmente tenía razón. Todos necesitamos sujetar nuestro mensaje del evangelio a un escrutinio más estricto, y en una situación transcultural los evangelistas que realizan tareas de visitación deberán con humildad buscar la ayuda de los cristianos locales para poder discernir las distorsiones culturales del mensaje.

Otros rechazan el evangelio porque creen que es una amenaza a su propia cultura. Es un hecho que Cristo reta a todas las culturas. Cada vez que presentamos el evangelio a los budistas, judíos, mahometanos, secularcitas o marxistas, Jesucristo los confronta con su demanda de deshacerse de todo aquello que los comprometa con otras doctrinas para reemplazarlo con la suya. Él es el Señor de toda persona y de toda cultura. Esa amenaza, esa confrontación no puede evitarse. Pero, analizando la situación el evangelio que proclamamos, ¿presenta a las personas alguna otra amenaza innecesaria, debido a que demanda la abolición de costumbres inofensivas? o, ¿presenta la apariencia de ser destructivo del arte nacional, la arquitectura, la música, o los festivales? o ¿estamos demasiado orgullosos de nuestra propia cultura, y por lo tanto estamos culturalmente ciegos?

Para resumir, cuando Dios nos habló por medio de la Escritura, Él utilizó el lenguaje humano; cuando nos habló Cristo, tomó carne. Para revelarse a sí mismo, se despojó y se humilló. Ese es el modelo de evangelismo que nos proporciona la Biblia. Existe la auto negación y la auto humillación en todo evangelismo auténtico; sin esto, contradecimos el evangelio y no presentamos bien al Cristo que proclamamos.

5. En esta parte, Stott nuevamente indica dos posiciones extremas que nos pueden hacer errar como mensajeros del evangelio. Explique en sus propias palabras, cuáles son estos dos errores.

6. ¿De qué manera fue Jesucristo el modelo perfecto para la evangelización?